lunes, 12 de noviembre de 2018

José Luis Alvite (Historias del Savoy)

José Luis Alvite (Historias del Savoy)

La verdad es que nunca me detuve a pensar por qué me quedé todo este tiempo en el Savoy. Supongo que me encariñé con lo incierto que es aquí el perfil de la penumbra. Y también creo que me detuve tanto tiempo aquí porque encontré gente interesante, hombres y mujeres que bailan avanzando sin equipaje hacia la muerte, abrazados sin esperanza entre la maleza del humo. Nunca supe tampoco muy bien que es lo que en realidad me une a esta gente. Una madrugada hablé sobre esto con el viejo Giacomo Pavesse al poco de llegar y el fundador del Savoy me pidió que no le diese demasiadas vueltas al asunto. Ni siquiera él parecía seguro de tener algún motivo razonable para continuar en el club. Me dijo: “Yo me vine de Italia huyendo de las privaciones, atosigado por el hambre, convencido de que en América incluso eran fértil la escasez, los topos parían mariposas y había flores debajo de la tierra. Fundé el Savoy porque alguien me dijo que para estar a salvo del miedo lo mejor era formar parte del peligro, igual que para evitar un puñetazo lo mejor es abrazarse al tipo que te pega. Trabajé duro y me fue bien, hijo. Este es el único país del mundo en el que la gente engorda al sudar. Este local es ahora mi mundo. Verás que hay gente ruda y transeúnte, tipos fríos con el pulso de sus cadáveres y mujeres en cuya mirada nunca sabrás si lo que asoma es la intuición baldía del amor o el recuerdo fruncido de un reciente raspado de matriz. Te acostumbrarás y te irá bien. Estás en el lugar adecuado. La vida consiste a veces en abrir bien los ojos donde por falta de luz parece ropa el humo, se confunde el dinero con la mano y se cierran como moluscos las flores”.

El viejo Pavesse me dijo aquello hace mucho tiempo y nunca le he dado demasiadas vueltas en la cabeza. Me siento a gusto aquí y no hago planes para irme. Puede que este no sea el paradero de la decencia, ni el hogar con el que uno soñó cuando aun creía que al cielo se entraba por entre las piernas de una bendita mujer dormida. Nunca me he parado a pensar en que el Savoy sea un sitio inmoral. He preferido creer que, como dice el gángster Tonino Fiore, lo malo de reflexionar sobre un vicio es que corres el riesgo de vencerlo. Cada hombre somos el único sitio hacia el que parece razonable huir. Por eso me detuve aquí y no pienso irme. A fin de cuentas, y por mucho que corra, un hombre jamás podrá ir más lejos de lo que, en el último suspiro, vaya su aliento.

J.L.R .ALVITE.