viernes, 19 de diciembre de 2014

América puritana - José Luis Alvite

América puritana - José Luis Alvite
Anoche debutó en el Savoy un tipo de cincuenta años de carrera a cuestas y varios lustros de ostracismo. Bobby Jennings perdió el pelo de la cabeza hace mucho y lo sustituyó por un espectacular bisoñé de otra talla que le sentaba como una rata con gases. Hace dos temporadas, Bobby Jennings desistió del peluquín. Ahora el viejo cantante luce una calvicie con la piel poco ceñida al hueso, una circuncisión como fuera de sitio, algo que le sienta como una calva postiza. Fue una noche muy evocadora. Bobby alteró la línea tradicional del Savoy con un repertorio para colegiales de los años cincuenta y primeros sesenta. Cantó «Diana», «Put your head on my shoulder», cosas de Paul Anka, temas de Frankie Avalon, aquellas dulces partituras que se bailaron en las graduaciones de los bachilleres durante la Administración Eisenhower, cuando por los alrededores de San Francisco descendían hasta Sausalito pandillas de coches azules y amarillos sobre el asfalto fucsia de aquella América puritana y segura que izaba sus banderas con el palomar aleteo del cancán antibiótico de Sandra Dee, la América feliz y abstraída en la que no perdías el tiempo si decidías esperar a que diesen cerezas los cipreses del cementerio. ¡Dios Santo!, dice Bobby Jennings que en su América de entonces los ríos todavía estaban buscando los cauces en los que quedarse y los últimos tipos de la frontera vadeaban la corriente cargando a sus espaldas una leña de caballos muertos. Al final de su actuación, Bobby tomó café en nuestra mesa y nos dijo: «Muchachos, estas cosas suenan falsas pero fueron ciertas. Fue cierto, maldita sea, que podía llegar al despacho oval de la Casa Blanca un tipo sin recursos que la noche anterior a subirse con la Biblia y un sombrero de copa a la escalinata del Capitolio, hubiese cenado la sopa sorbiéndola de sus propias manos. Conocí en la «high school» de Tulsa a una muchacha dulce y entera. Sé que parece un sueño, pero lo cierto es que a aquella chica tan decente le lastimaba el himen al bailar».

No hay comentarios:

Publicar un comentario