lunes, 15 de diciembre de 2014

Pana con muertos - José Luis Alvite

Pana con muertos - José Luis Alvite

De una carta que me escribió hace muchos años el pianista Denver Lewis: "Te preguntarás qué fue de mi vida todos estos años. Vivo retirado en un pueblecito del interior en el que sólo ocurre el silencio. Somos muy pocos vecinos. El pueblo lo atraviesa una carretera a la que le hicimos una curva adrede para que los coches aminoren la velocidad y podamos verle el rostro a los extraños. Por la mañana me asomo a la ventana y me quedo absorto mirando la capicúa quietud de la pana de los sembrados. Sé que le conviene a mi espíritu un sitio como éste, Al, pero os echo de menos. Recuerdo la rondalla del tiroteo en el callejón del 'Savoy'. Y que cuando era tarde, escampaban en la pista los pies del claquetista negro. Y recuerdo el rostro estupefacto de Ernie Loquasto, tan severo, tan contraído y ausente, aquellas facciones en las que prendían el hastío y la madera. ¿Recuerdas, Al? ¿Recuerdas que una noche nos dijo Ernie que un tipo tan serio como él lo que se merecía es que publicasen su foto en un catálogo de muebles? Echo de menos incluso a la ingenua Terry Shelton. Y recuerdo que una madrugada me dijo que era feliz porque no tenía grandes aspiraciones en la vida y que su madre le había inculcado como un credo la idea de que para dormir tranquilo nada hay mejor que encontrar en un bolsillo la tela del otro. Alguien me dijo que había muerto Lorraine Webster. ¡Dios Santo! En la vida de un hombre se cruza una vez en la vida una mujer así. La madrugada que la conocí en el 'Savoy',me dijo: ¿Sabes, pianista? No recuerdo haber sido feliz en mi infancia. Vivía confortablemente en una casa en la que incluso tenía llave el agua de la piscina. Lo tenía todo pero no fui feliz. No puedes ser feliz si de niña a tu madre te la presentó el servicio. A Lorraine me la encontré una noche a las afueras de un sitio anodino en el que incluso estaban borrosos los muertos. Fingió no conocerme. Le miré al rostro. ¡Dios Santo, Al!, en el rostro de Lorraine Webster los ojos eran dos paladas de tierra azul. Te escribiré otro día. Ahora tengo que salir. Todas las tardes acudo al cementerio a echarle pan a los muertos".

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