sábado, 13 de diciembre de 2014

Chester Newman - José Luis Alvite

Chester Newman - José Luis Alvite



Al piano suele sentarse el entrañable Larry Williams, un tipo que en los ensimismados momentos de nostalgia, toca suave como si interpretase a Gershwin con las manos en los bolsillos. Larry se casó tres veces. De sus ex esposas, lo más íntimo que conserva son números de tres teléfonos cortados. Del bueno de Larry el pianista escribió en una ocasión el reportero Chester Newman: «Este tipo viajó mucho antes de recalar en el club de Ernie Loquasto. Nunca paró mucho en los sitios. Se dice de él que entraba en las ciudades buscando expresamente la salida. En un local nocturno de Baltimore todavía le recuerdan como el pianista que debutó con su última actuación. A sus pies les cuesta seguirle los pasos. Pero Larry tiene una memoria emocionada de las cosas y de los lugares por los que pasó. La noche que le conocí en el Savoy, su partitura en el atril era un mapa de carreteras». ¿Chester Newman!, ¿Dios Santo!, el viejo reportero del Clarion lleva decenios contándoles a sus lectores los crímenes de la ciudad. Dice que un tipo es interesante cuando da que hablar o cuando hace sufrir. En una ocasión acudió al asesinato de un infeliz del que nadie sabía nada. A Chester le costó cubrir un puñado de párrafos con la historia de aquel desdichado. El colofón todavía hoy resulta de una expresividad indiscutible. Escribió Chester en el Clarion: «El caso es que el de ayer fue un crimen sin palabras, una noticia sin texto, algo así como haberle disparado directamente a mi papelera. La víctima fue un hombre irrelevante contra el que ni siquiera había una mala excusa para dejarle vivo. Nada más examinar el cadáver, el detective Fuller dijo que en un tipo así, lo único realmente interesante es el orificio de salida». 

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