lunes, 15 de diciembre de 2014

Insensatez - José Luis Alvite

Insensatez - José Luis Alvite
Hay muchas maneras de medir la sensatez de un hombre y de establecer el momento en el que el sentido común sustituye en su vida a los impulsos. Se admite casi como norma que con el paso de los años los hombres se vuelven más conservadores y no toman una sola decisión sin haberla meditado antes, hasta el punto de que incluso los tipos que hacen discursos dedican horas a preparar minuciosamente sus improvisaciones. También se obsesionan con la salud y se preocupan mucho por cualquier manchita en la piel, temerosos incluso de que se les desarrolle un tumor maligno a partir de un ornamental beso de carmín en el cuello de la camisa. Yo tengo un amigo que vive obsesionado con la salud y jamás olvida comprobar el color y la textura de sus heces. Se muere literalmente de miedo, tanto, que a veces defeca a oscuras por temor a que sus heces no sean las que convienen a su edad. Yo no le hago mucho caso, sobre todo porque jamás me he preocupado seriamente por mi salud y porque estoy seguro de que la obsesión por estar sano es sin duda el origen de graves desequilibrios nerviosos. Me defiendo con el argumento de que la sensatez suele acarrear decisiones prudentes y alego que a mi me parece que en la vida de un hombre sus mejores momentos son por lo general el resultado de algún descuido, como cuando por culpa de llegar demasiado tarde a una cita nos encontramos en la mesita del café a una mujer desconocida y maravillosa con la que no contábamos. Si uno le echa un vistazo a la historia más reciente y se fija en Italia, se dará cuenta de que a los italianos su insensatez les ha servido para alimentar esa proverbial indecisión militar que les lleva a pelear a ambos lados de la batalla y a elegir definitivamente el bando cuando ya está decidida la guerra y solo se requiere algo de esfuerzo para el jubiloso brindis de la victoria. Supongo que esa actitud se parece mucho a la de quienes, como yo, creen que el sentido común sólo se necesita para tomar a tiempo la sabia decisión de prescindir de él. Puede que a alguien lo que voy a decir le resulte una frivolidad, pero yo creo que es la insensatez de casarte por tercera vez lo que te hace ver lo razonable que fue equivocarse dos veces antes.

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